lunes, 23 de septiembre de 2013

Nueva Contribución

   



Graciela Gonzalez

En esa juntura que reúne cartel y Escuela, ubico la extimidad y el rasgo político que distingue al cartel desde su fundación.
Los ciudadanos del cartel están implicados en lo que acontece en la comunidad analítica, en la experiencia transmisible del cartel como instrumento, tan incómodo como éxtimo, que funciona en esta lógica de no-todo.  
Una ciudad inmersa en la topología de su época, su trauma, el psicoanalista en lo social, el objeto a en el cielo de la ciudad que habitamos y nos habita, lo singular, la sexuación, los arreglos, los restos, su enunciación.
Desde el funcionamiento de esta lógica, quedé concernida en mi propia topología como cartelizante, algo fue pasando de mi refugio en las transferencias de trabajo en la institución, de lo que ha sido posible e imposible en el grupo y delinea su real, su rasgo y su resto, al trabajo en el MOL, con la decisión de formar parte de la comisión de carteles; de la extimidad del análisis que lee ese paso como un deseo que no se llevo la inundación el día que el cielo cayó, precipitó implacable, en nuestra ciudad.
Un deseo que, esta vez, no quedó envuelto en la búsqueda de garantías, ni en formulas burocráticas; se tejió con otros, lo que bien podría llamar: una experiencia en movimiento. Un pequeño paso por el agujero de la pasión y la identificación.

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